Me encanta tener momentos de inspiración como este. Acabo de estar otra vez en la cama, tumbado boca arriba, los ojos abiertos, sin sueño... pero con una gran sonrisa dibujada en mi cara.
Me he regalado una visualización, la cual relataré a continuación. Podéis seguirla con vuestra imaginación, disfrutando como yo lo he hecho, y como vuelvo a hacer ahora, añadiendo todavía más detalles.
Estoy estudiando en la biblioteca, sentado en una buena posición: tengo a la vista a (y estoy a la vista de) una chica que me gustaba hace tiempo... cuando era tan buen chico y no sabía sino estropear las situaciones habidas y por haber, con mis enamoramientos inoportunos y mi afición de informar de dichos sentimientos precipitados.
Estoy disfrutando de mi estudio, me encanta aprender, no puedo evitar tener una medio sonrisa en mi cara. Levanto un rato la vista, observo a mi alrededor. Fantástico cruce de miradas entre los dos. Ella aparta la mirada primero. Yo sonrío para mí mismo.
En un pestañeo, una idea pasa por mi cabeza. No dudo de ella ni pienso nada más. La pongo en práctica al instante...
Me levanto, me dirijo hacia ella, ella me ve, sabe que me acerco, con paso firme, momento de tensión. Pero no me paro, paso junto a ella.
Sé lo que hago. Voy a los servicios, pero no para hacer un uso convencional de ellos. Me miro ante el espejo, a los ojos, luego sólo a mi ojo derecho. Me gusta lo que veo, no puedo sino sonreír a mi propia imagen. No existe nadie más en esos servicios, sólo yo y mi imagen del espejo. Me digo en voz alta: pero qué bueno que estoy.
Salgo de los servicios, me paso por la fuente y bebo un trago. Subo de nuevo a la zona de la biblioteca donde estaba estudiando. Paso por detrás de la chica que me gusta. Me paro a un escaso medio metro de ella, a su lado, sigo encarando al sitio donde voy: mi sitio de estudio.
Ella sabe que estoy ahí, ha dejado de estudiar, no sabe si mirarme o no. Giro la cabeza, no puedo evitar sonreír. La chica levanta la mirada, nuestros ojos se cruzan. El tiempo se para, nadie más existe, sólo ella y yo. Ambos nos maravillamos de la otra persona.
Le digo: "me gustaría decirte una cosa". Ella pone cara de curiosidad, abre los labios, está a punto de preguntar. No le doy tiempo. Vuelvo la mirada y continúo caminando hacia mi sitio.
Me siento, vuelvo a mis estudios. Otra idea pasa por mi cabeza. De nuevo, actúo. Cojo un trozo de papel, me dispongo a escribir algo en él. Arranco ese trozo de papel y lo pliego sobre sí mismo.
Camino de nuevo hacia ella. Sin pararme, le dejo el papel sobre sus apuntes. No espero su reacción. Me dirijo hacia las escaleras. Sonrío más que nunca, casi evitando reírme... no había escrito nada en el papel.
Esta vez me voy fuera, a tomar un poco el aire y descansar. Me tomo mi tiempo.
Al rato vuelvo a la biblioteca. Me aseguro de que ella sigue en su sitio, pero voy directo al mío. Me siento, y empiezo a recoger mis cosas. Sé que me está mirando. Termino de recogerlo todo. Levanto la mirada, y le pillo mirándome. Sonrío más. Voy hacia ella.
Le digo: "me voy". Ella me dice: "¿qué querías decirme?". Le digo, lo sabrás a su debido momento. Entonces, hago lo que acababa de decirle, me voy.
¿Continuará?
Sí, esto tiene muy buena pinta. Sé exactamente qué quería decirle, pero no os lo diré todavía ;)
Adiós buen chico. Siempre te recordaré. Me caías bien, igual que a casi todo el mundo. Te doy las gracias por el drama que has ido añadiendo a mi vida... sí, gracias de corazón. Me has ayudado a madurar. Unas lagrimillas se forman inevitablemente en mis ojos al releer esto.
Hola tío bueno. Me gustas. Me gusto. Me quiero.
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15 de septiembre de 2008
Adiós buen chico
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